empollon

Estoy en segundo de Derecho y como ya os podéis imaginar, hay un montón de personas empollonas que ven la vida pasar desde sus libros y sus horas infinitas de estudio. Lo aborrezco bastante, es cierto. Me gusta la carrera que he escogido pero no tengo prisa en sacármela ni tampoco voy a sacrificar los mejores años de mi vida para pasármelos dentro de una biblioteca o enclaustrada en mi habitación mientras veo por la ventana como se lo pasan bien todos mis amigos. Me niego.

Cuando voy a clase intento escuchar y aprovechar al máximo, e intento estudiar un poco cada día… pero si pasarse. Pero a veces me siento culpable. Me gusta fijarme en Juanjo: es sin duda el chico más listo de clase, el que lo borda todo con buenas notas, con unas practicas excelentes y con un conocimiento de la materia que ya quisieran algunos de tercero o cuarto tener. Pero es que, además, Juanjo está muy bueno.

Y aquí viene lo bueno, porque hace un par de semanas conseguí meterlo en mi casa. Eso sí, me costó. Casi un año y medio, porque me fijé en él desde el primer día que nos vimos en clase. Él sabe que yo soy un poco despistada y que no soy muy buena estudiante, por lo que nunca hubiera accedido a estudiar conmigo. Pero un día, hablando, comenté que mi padre tenía en casa una primera edición de una ley muy conocida, junto con otras reliquias de hace doscientos y trescientos años. Esto despertó la curiosidad del chico, que aún sabiendo que yo era un poco desastre, era hija de uno de los abogados más famosos e influyentes del país. Por tanto, aproveché y le dije que los teníamos expuestos en casa, que podía venir cuando quisiera a verlos.

Obviamente, hice que mis padres ese día NO estuvieran, a pesar que sabía lo mucho que él admiraba a mi padre y sus ganas locas de saludarle. Pero todo no se puede en esta vida.

Juanjo fue puntual. Se decepcionó un poco cuando no vio a mi progenitor pero no le dió más importancia y preguntó directamente donde estaban los libros. Y menuda admiración demostró, se le caía la baba al ver esos ejemplares casi únicos. Tanto los miraba, que no se fijó en que yo ya me había desabrochado un par de botones de la camisa…

Y bueno, al final se dió cuenta ya se puso un poco nervioso. Pase mi mano por su pecho y aproveché el hueco que dejan los botones para meter mano dentro y tocar sus pelitos… y con la otra mano le cogí el cuello y le pasé los dedos por los cabellos. Creo que se puso a mil pero que su timidez e inexperiencia lo tenían bastante paralizado. Aproveché y me acerqué más, le lamí los labios con mi lengua y con la otra mano bajé hacia el bulto (ya visible) del pantalón.

Casi sin moverme y no perder la magia del momento, le desaté el botón y la cremallera del pantalón con la mano mientras mi boca no dejaba la suya. Mi mano empezó a zarandearle la verga, que estaba dura como un pepino maduro. Poco a poco mis labios fueron bajando hacia su polla. Era todo muy lento porque él estaba todavía sin saber que hacer (¡menudo chaval inocente!) y bueno, el no va más fue cuando le puse la boca en su miembro. No llegué ni estarme un minuto, el pobre se corrió de la emoción y se quedó todo avergonzado.

Eso sí, le prometí que podría volver cuando quiera y que podría hablar con mi padre tantas veces como quisiera. Lo que no sé es si va a darle vergüenza volver a mi casa, jeje.

Comentarios cachondos

¿Qué te parece el video? ¿Te va la marcha?