Mi compañero de piso me acababa de comentar que había convencido a una chica para que viniera a nuestra casa y, junto a dos amigos más, iba a comernos la polla hasta terminar corriéndonos en toda su cara. Vamos, lo que viene siendo un bukkake, pero con el morbo añadido de que la chica era blanca y nosotros negros. Me dijo que ella estaba entusiasmada con la idea, ya que siempre había soñado con chupársela a un grupo de negros al mismo tiempo hasta quedar cubierta por la lefa de todos ellos. Con aquellos motivos me fue totalmente imposible decir que no, así que le dije a mi compañero que esta misma tarde podía hacerla venir y disfrutar juntos del mejor bukkake de nuestras vidas.

La chica llegó puntual a la cita. Yo mismo abrí la puerta, y en cuanto la vi, el deseo invadió mi cuerpo. Estaba tan buena y tenía unas tetas tan grandes y jugosas que me empalmé en ese mismo momento. Con un gesto y una sonrisa la invité a entrar. Mis amigos estaban todos preparados en el comedor, y tras saludarnos, ella se agachó frente a nosotros y empezó a rozarnos el paquete con sus labios. Miré a mis compañeros con una cara de satisfacción que no podría describir. Aquella chica era toda una profesional del sexo, y parecía que no quería perder ni un segundo y ponerse manos a la obra enseguida.

Nos bajamos los pantalones y nos sacamos los pollones negros para que aquella zorrita chupara sin parar. Golpeábamos su cara con la punta del cipote buscando llamar su atención y para que se metiera las pollas dobladas de dos en dos. Ver su cara de placer ante tal festín de polla que se estaba dando no tenía precio. Entre todos la desnudamos y disfrutamos de sus pequeños pezones que coronaban un buen par de tetas. En ocasiones, ella frotaba sus pezones contra nuestras piernas, haciendo que la mamada fuera aún más excitante. A mí personalmente me ponía muy cachondo saber que aquella chica estaba proporcionándonos placer a mis amigos y a mí por igual.

Mi compañero de piso fue el primero en correrse, no sin antes avisarle a ella que iba a lefarle toda la boca. Ella siguió dándole al asunto hasta que de su boca chorreó todo el semen. Aún y así, siguió chupando y aprovechando la leche caliente como lubricante. Mi compañero no podía parar de gritar de placer mientras ella se lamía los labios y saboreaba cada centímetro de polla. Cuando terminó, continuó conmigo. Se entregó a comerme la polla en cuerpo y alma, así que a los pocos minutos yo también exploté y eyaculé en toda su cara. La lefa ya le caía por las comisuras de los labios, hasta gotear hacia las tetas. Para rematar la escena, siguió chupándosela a mis otros dos amigos mientras yo contemplaba la escena erótica desde el sofá. Finalmente, todos se corrieron sobre aquella tía tan cachonda. Ella nos dio las gracias y se marchó, haciéndonos saber que cuando quisiéramos otra limpieza de sable, no teníamos más que llamara y vendría sin pensárselo dos veces.

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