Aquella mañana me levanté con el antojo de que me follaran bien por detrás. No es que fuera yo una apasionada del sexo anal, pero sin saber muy bien por qué, aquel día necesitaba ser penetrada por el culo con una urgencia total. Suerte que con un par de llamadas logré engatusarte y que vinieras directo a mi casa para gozar juntos del sexo más prohibido posible. Me puse fácil para que cayeras en mis redes y vinieras derechito hasta mis pies, porque sabía que no te podías resistir a mi sensual cuerpo. Mis grandes pechos te reclamaban y necesitaban de ti para que hicieras con ellos lo que tú más quisieras.
Justo en el momento en que llegaste, te abrí la puerta con unas ganas locas y me lancé a tu cuello inmediatamente. No quería jugar al juego de hacerme de rogar ni nada por el estilo. Los dos sabíamos lo que queríamos, y cuanto antes lo obtuviéramos, mucho mejor. Tú acariciabas con tus manos mis pechos y mi culito respingón a través de mi traje ceñido, mientras buscabas con tus habilidosos dedos la cremallera para bajármela y dejarme completamente desnuda. Al fin lo conseguiste, dejándome en cueros y preparada para la acción sexual más trepidante.
Como ya te había dejado claro que lo que quería era que me penetraras salvajemente por detrás, no perdimos un segundo y me tumbé boca abajo en la cama. Te puse el culo en pompa para provocarte, y tú respondiste desnudándote en un tiempo récord y rozando tu polla contra mi culito. Necesitaríamos un buen lubricante para que me pudieras penetrar sin complicaciones, así que abrí el cajón de mi mesita de noche y te pasé un bote de lubricante anal. Lo abriste y me lo aplicaste con tus dedos, al mismo tiempo que me los metías para que fuera dilatando desde un principio. Yo me eché una buena cantidad de lubricante en mis manos, y agarrándote la polla dura y erecta, te lo puse por toda ella.
Llegó el momento más deseado para ambos. Me metiste sólo la punta en mi culito hambriento y una oleada de placer extremo inundó mi cuerpo, sacudiéndolo por completo y de arriba abajo. Poco a poco me la fuiste metiendo más hondo, hasta que finalmente entró hasta el fondo. Me estabas sodomizando y yo me estaba volviendo loca de placer. Con cada embestida, mi culito vibraba y se estremecía, como si de un flan se tratara. Tú, con una fuerza descomunal, me la endiñabas por detrás sin un momento de descanso. Eras toda una máquina sexual y me estabas dando justamente lo que más quería.
Mientras me follabas el culo, yo me masturbaba y me metía un dedo entre mis piernas para excitar mi clítoris. Era una auténtica gozada sentir placer por delante y por detrás al mismo tiempo. De pronto, me sobrevino un orgasmo maravilloso. No sabía decir si se trataba de un orgasmo clitoriano o anal, pero la sensación fue tan intensa que lo único que podía sentir en aquellos momentos era un placer extremo. A los pocos minutos te llegó el turno a ti, corriéndote en mi culito y llenándomelo todo de tu leche caliente. Notaba toda tu lefa llenarme por detrás y era una sensación tan placentera que alcancé un segundo orgasmo en aquel mismo momento.
Tras aquella escena de sexo anal tan intensa, nos seguimos enrollando y besándonos apasionadamente. Nuestros cuerpos desnudos aún estaban sudorosos, pero seguían entrelazados y dedicándose miles de caricias y besos. Aún sentía tu semen dentro de mí y me ponía muy cachonda pensar en ello. Desde luego, cuando tuviera otra urgencia sexual y quisiera que me petaran el culito, ya sabía a quién llamar de nuevo.