Aquella simple visita al masajista se estaba convirtiendo en todo un encuentro sexual lleno de pasión y sensualidad. Ni en mis sueños más húmedos podría haberme imaginado una sesión tan porno. Sí que es cierto que mis amigas ya me habían avisado que aquello podía subir un poco de tono, pero nunca podía haber llegado a creer que aquel hombre acabaría follándome sobre la propia camilla de la sala de masajes en cuestión de segundos. Yo no estaba preparada en absoluto para echar un polvo fugaz, pero ya que me había visto envuelta en esta vorágine sexual, no pensaba rechazarlo en absoluto.

Completamente untada en aceite por las manos del masajista, sólo nos quedaba revolcarnos y dejar que nuestros cuerpos resbalaran entre ellos. Yo seguía tumbada boca abajo e hice el intento de girarme para poder besarnos, pero él me amarró por detrás prohibiéndome que hiciera cualquier tipo de movimiento. Estaba claro que quería penetrarme por detrás, cosa que me daba muchísimo más morbo aún. Decidí dejarme llevar y gozar del sexo con aquella postura tan excitante. El simple hecho de no poder mirarle a la cara hacía que no pudiera anticiparme a sus movimientos, por lo que cuando me la clavó por primera vez, literalmente gocé como nunca antes lo había hecho.

A partir de ahí, todo sucedió con una  velocidad asombrosa. Toda la camilla vibraba con cada sacudida, mientras yo gemía de placer. Me estaba literalmente derritiendo de calor, y nuestro sudor se juntaba con el aceite corporal haciendo que nuestra piel luciera brillante y lustrosa. Pese a que mi campo de visión era muy limitado, mi mente iba más allá y recreaba perfectamente la escena que estábamos protagonizando. Todo tenía una carga erótica tan intensa que se respiraba sexo en toda la estancia. No veía el momento de culminar aquel encuentro con un orgasmo maravilloso que me hiciera sentirme viva de nuevo.

Su polla entraba y salía de mi cuerpo con total libertad, haciendo de mí un objeto sexual sin voz ni voto. Me dejaba llevar por todo este erotismo y lo más que hacía era gemir de placer ante cada embestida de aquel semental. Una sonrisa se dibujaba en mi cara pensando en el momento de explicarle esto a mis amigas, ellas que me habían recomendado a este profesional de la salud, y resulta que se trataba más de un profesional del sexo que de otra cosa. Puede que el masaje hubiera sido algo corto, pero el sexo de después estaba resultando perfecto para mi salud, os lo puedo asegurar.

Extasiado de placer, notaba como él bramaba detrás de mí y poco a poco se iba acercando al orgasmo. Yo ya había perdido la cuenta de me había ido al séptimo cielo con aquel hombre. Estaba claro que ahora le tocaba a él rematar la faena y correrse dentro de mi precioso y delicado cuerpo. Tenía unas ganas de leche que no las podía disimular y le pedí que me metiera más caña aún. Mis palabras le debieron poner como una moto, porque en ese mismo instante me llenó con un torrente de leche caliente que me sumió en un estado de placer absoluto.

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